CATÁLOGO DE PINTURAS DE LA CATEDRAL DE ZAMORA

En la mañana del día 11 de Diciembre de 2013 se ha presentado una nueva publicación de la Catedral de Zamora. Se trata de un completo Catálogo de Pinturas, elaborado por el Canónigo Director del Museo Catedralicio y Delegado Diocesano para el Patrimonio y la Cultura, José-Ángel Rivera de las Heras.

El libro, en una cuidada edición a todo color, recoge toda la pinacoteca catedralicia agrupada en cinco apartados que aglutinan las pinturas murales, tablas, lienzos, cobres y sargas que atesora el primer templo zamorano.

Mediante una seria metodología catalográfica, el autor estudia un completo elenco de obras, entre las que se encuentran algunas muy poco conocidas, resultando de gran interés tanto para estudiosos como para aficionados al arte.

El libro puede adquirirse en el Museo Catedralicio al precio de 25 euros.

NAVIDAD EN LA CATEDRAL

Como es tradicional, la Iglesia Madre de Zamora, conmemora la Natividad del Señor mediante la celebración de solemnes actos litúrgicos. Así pues, el día 24 de Diciembre tendrá lugar la tradicional Misa del Gallo a las 0.00 horas. El día 25 de Diciembre, a las 13.00 horas, tendrá lugar la solemne misa pontifical de la Natividad.

El día 1 de Enero se celebrará, a las 13.00 horas, la santa misa en la Solemnidad de Santa María Madre del Señor, con la intervención musical del barítono Luis Santana. Al término de la eucaristía se venerará la bendita imagen del Niño Jesús de las Lágrimas.

Finalmente el 6 de enero, a las 13.00 horas, concluirá el ciclo navideño con la celebración de la solemne misa pontifical de la Epifanía del Señor.

La «Asociación Amigos de la Catedral de Zamora», ha organizado varios actos relacionados con la Navidad. Como es tradicional instalará un Belén Monumental que podrá visitarse, con entrada libre, del 22 de diciembre al 7 de enero, en los siguientes horarios: mañanas, de 10.00 a 14.00 horas y tardes, de 17.00 a 20.00 horas. Sábados, domingos y festivos, hasta las 21.00 horas. La bendición del nacimiento tendrá lugar el sábado día 21 de diciembre, a las 18.00 horas.

Por otra parte, esta asociación ha colaborado en la organización de un concierto sacro, para el día 17 de diciembre a las 20.15 horas, en la Catedral, en el que la Banda y Coro Optativo del Conservatorio Profesional de Música de Zamora y la Camerata Primo Tempo, interpretarán «Missa Brevis», de Jacob de Haan.

RESTAURADO EL «MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA»

Se ha presentado, en la mañana del día 7 de noviembre, el lienzo «Martirio de San Juan Bautista», tras un minucioso proceso de restauración que se ha prolongado durante un año. Los trabajos que han supuesto la limpieza, consolidación, cambio de bastidor y conservación del marco de esta obra han sido ejecutados por la conservadora zamorana Patricia Ganado Gamazo. Esta intervención a sido sufragada por el Cabildo Catedral mediante los ingresos que genera el primer templo por la venta de entradas para su visita. A continuación ofrecemos la descripción de la obra por el Canónigo-Director del Museo Catedralicio de Zamora, José-Ángel Rivera de las Heras.

Es éste uno de los pocos lienzos conservados en la catedral zamorana que ha merecido la atención de algunos historiadores, aunque hayan reparado mínimamente en él. Tomás María Garnacho, a fines del siglo XIX, lo cita de pasada: «Hay, sí, algunas buenas pinturas en la sala capitular y la sacristía; entre otras una degollación de San Juan Bautista». Algo más dijo de él Manuel Gómez-Moreno: «Lienzo muy grande, con la Degollación del Bautista, en la sacristía, que se parece a lo del caballero Máximo, y lo regaló el bailío de Lora D. Alonso del Castillo».

Alfonso Emilio Pérez Sánchez lo calificó de «copia excelente del cuadro de Caravaggio en San Juan de Malta» y lo destacó como existente desde antiguo en la catedral al tratar el tema de Caravaggio y los caravaggistas en la pintura española.

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA (antes y después de la restauración)
Óleo sobre lienzo
Primer tercio del siglo XVII
Bastidor: 235 x 345 cm. Marco: 250 x 363 cm.

Guadalupe Ramos de Castro lo vio colgado en el muro Sur de la capilla del Cardenal, y lo describió de esta manera: «Hay otro enorme cuadro, de más de tres metros… está tan oscurecido que nos resulta casi imposible discernir lo que representa. Aplicándole una luz, hemos advertido que es una decapitación, ya que hay un esbirro de espaldas, con el torso desnudo que se inclina sobre un cuerpo a sus pies. Y una figura de pie, en traje militar con escolta que contempla la escena; debe ser la decapitación de San Juan. El cuadro no nos parece malo y es de factura italiana del siglo XVI, en lo que hemos podido vislumbrar».

Finalmente, José Ángel Rivera de las Heras, situándolo en el zaguán que antecede al vestuario capitular, junto al claustro, lo identificó así: «En la sala que le precede hay un lienzo de grandes dimensiones representando la degollación de San Juan Bautista, del primer tercio del siglo XVII, firmado por el italiano Fanicheli. Se trata de una copia del pintado por Caravaggio en 1608 para la catedral de San Juan de La Valeta (Malta) y fue donado por el bailío de Lora Alonso del Castillo y Samano».

El tema representado, el donante y la cronología propuesta son datos aportados por la propia documentación archivística. El cuadro aparece mencionado primera vez, como una adición, en el inventario redactado con motivo de la visita pastoral efectuada en 1633: «mas otro quadro mui grande que es la degollacion de sant Juan que dio el Señor Vaylio Don Alonso del Castillo».

El hecho de que sea citado a través de un texto añadido, algo habitual en los inventarios antiguos, nos induce a pensar que su donación se llevó a efecto poco después de la redacción de dicho inventario; por tanto, el lienzo ya se encontraba en Zamora poco después del año 1633.

Respecto al donante, Alonso del Castillo y Samano, sabemos que nació en Zamora, siendo hijo del Aposentador Alonso del Castillo y de María de Samano; que en 1611, siendo ya caballero del Hábito sanjuanista, fue admitido como miembro de la Cofradía noble de San Ildefonso de Zamora; que ostentaba el título de bailío de Lora de la Orden de San Juan de Jerusalén o de Malta en 1634; que pertenecía al Consejo de Su Majestad el rey Felipe IV y era mayordomo de la reina Isabel de Borbón, por lo que residía en Madrid; y que en 1647, gozando del patronato de la iglesia de los Trinitarios de Zamora, contrató la realización de su nicho sepulcral, situado en el costado del evangelio de la capilla mayor de la iglesia conventual. Ignoramos las relaciones del bailío con Italia o con Malta, pero es posible que las hubiere, dados los cargos que tenía en la Corte y en la Orden, por lo que se puede pensar hipotéticamente en un probable origen italiano o maltés del cuadro.

El tema del cuadro está bien definido, se trata del martirio del Precursor. La indicación de sus grandes dimensiones en el inventario citado no deja lugar a dudas de que se trata del lienzo que aquí tratamos. Aunque no llegase a identificar el lienzo como copia de un original de Caravaggio, no iba desatinado Gómez-Moreno cuando afirmaba que la obra «se parece a lo del caballero Máximo», apelativo con el que se conocía en España al pintor Massimo Stanzione (hacia 1585-1658), recordando acaso el cuadro del mismo tema que el caravaggista napolitano pintó hacia 1634, conservado en el Museo del Prado.

Sin embargo, el lienzo catedralicio copia fielmente el que Michelangelo Merisi, Caravaggio (Caravaggio, 1571-Porto Ercole, 1610), pintase en 1608 para el Oratorio de San Juan Bautista de los Caballeros de la concatedral de La Valeta, en Malta, por encargo de Alof de Wignacourt, Gran Maestre vitalicio de la Orden de Malta.

Es la obra de mayor tamaño -361 x 520 cm.- que realizó el pintor, y la única firmada: «f. MichelAn». Su nombre aparece escrito con la sangre que brota del decapitado, y está precedido por la letra F (fratte/fray), pues en el momento de terminar el cuadro Caravaggio ya había sido investido caballero de la Orden de Malta. Se sabe que desde su confección, la tela adquirió una gran celebridad, de modo que en los años subsiguientes pintores del norte de Europa y de otros lugares viajaron a Malta para contemplarla e incluso copiarla.

Representa el momento preciso del martirio del Bautista, tomado de la narración evangélica (Marcos 6, 17-29). Es una escena de trágico realismo, sin complicaciones psicológicas ni apenas gesticulaciones, en la que un cono luminoso destaca el núcleo de la composición, en primer plano. Se presenta en toda su crudeza, sin aludir a la santidad del martirizado ni a su gloria futura, como si fuera la muerte de cualquier otro condenado. El interior de la prisión de Maqueronte, lleno de sombras y de vacío, resulta lúgubre. Los personajes se disponen conforme a un ritmo compositivo simétrico. El cuerpo del Precursor se halla tendido en el suelo-y maniatado por la espalda, sobre la piel de camello y cubierto parcialmente por un manto rojo. El verdugo, que agarra brutalmente sus greñas, ya le ha cortado el cuello con la espada y acaba de desenvainar un puñal con el fin de seccionar su cabeza y depositarla en la bandeja que sostiene una sirvienta, según la indicación del carcelero, y que después habrá de ser entregada a Salomé. Una anciana se oprime el rostro entre las manos en un gesto de horror o de aflicción. Tras la reja de la ventana asoman dos prisioneros, que gracias a su morbosa curiosidad se convierten en testigos de la terrible ejecución.

La presencia en Zamora de una copia temprana de tan célebre cuadro revela el prestigio y la estima que alcanzó el original de Caravaggio desde el principio. Su autor, posiblemente italiano o maltés, debió conocerlo in situ, puesto que no sólo copió fielmente la composición, sino que también hizo lo propio con la firma.

Ha sido restaurado por Patricia Ganado Gamazo en 2012-2013.

Texto y fotografías: José Ángel Rivera de las Heras. 

Canónigo-Director del Museo Catedralicio de Zamora

DOMO MUSICAL. CICLO DE CONCIERTOS

La Catedral de Zamora es uno de los edificios de la arquitectura tardorrománica hispana. Desde el siglo XII la oración y la celebración, la música y el canto litúrgicos, han llenado su interior con notas de solemnidad y de belleza. 

El Cabildo Catedralicio desea que este lugar de fe, donde los fieles alaban diariamente a su Señor, sea también un ámbito privilegiado para acoger, en época estival, encuentros musicales que eleven el corazón y el espíritu humanos al esplendor del misterio divino.

En este marco incomparable pues, las interpretaciones vocales e instru-mentales programadas guiarán a los asistentes hasta el deleite y la admiración espirituales, sensación y sentimiento que expresan la vivencia de la belleza, reflejo de la que de Dios procede y hacia Él nos conduce.

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PROGRAMA

13, 20 y 27 de Julio · 22.00 horas

www.domomusical.es

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 Sábado, 13 de Julio

Cromatismos: falsas, inganni, durezze

Eduardo López Banzo, clave

S.I. Catedral de Zamora, 22 h.

Precio:10 euros

(Obras de Bull, Frescobaldi, J. S. Bach…)

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 Sábado, 20 de Julio

“Laudate Dominum”: Cantos de alabanza y acción de gracias

Nicholas Mulroy, tenor

Herman Stinders, clave y órgano positivo

S.I. Catedral de Zamora, 22 h.

Precio: 10 euros

(Obras de Monteverdi, Purcell, J. S. Bach, Handel…)

 

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 Sábado, 27 de Julio

De la Basílica de San Petronio de Bolonia al Palacio de Köthen

Josetxu Obregón, violonchelo barroco

S.I. Catedral de Zamora, 22 h.

Precio: 10 euros

(Obras de Gabrielli, Vitali, J. S. Bach…)

LA FUNDACIÓN ENDESA PATROCINA LA NUEVA ILUMINACIÓN DEL MUSEO CATEDRALICIO

El día 8 de mayo de 2012 ha sido inaugurada oficialmente la nueva iluminación del Museo Catedralicio. La obra, realizada íntegramente en tecnología Led, de bajo consumo, por la empresa zamorana Alteisa, ha sido patrocinada por la Fundación Endesa. La nueva iluminación, constituida por 80 lámparas, proporcionará una rebaja en el consumo de entre un 85 y un 90 %. Con tal motivo el Director General de la Fundación Endesa ha descubierto una placa en la entrada del Museo.

Texto íntegro de la intervención del Sr. Director del Museo en el acto inaugural:

Dios es luz y en él no hay tiniebla alguna” (1 Juan 1, 5). El contenido de esta sencilla y categórica expresión recorre de principio a fin la revelación divina contenida en la Sagrada Escritura. Ya desde los orígenes, según el relato de la creación narrado en el libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, “dijo Dios: «Exista la luz». Y la luz existió. Vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla” (Génesis 1, 3-4). De igual modo, el libro del Apocalipsis, el último de la Biblia, al hablar de la nueva Jerusalén, morada definitiva de los bienaventurados, el vidente de Patmos afirma que “ya no habrá más noche, y no tienen necesidad de luz de lámpara ni de luz de sol, porque el Señor Dios los iluminará” (Apocalipsis 22, 5).

Aspecto de la nueva iluminación

Jesús mismo, el Hijo de Dios, Luz de Luz, como confesamos en el Credo, se definió a sí mismo como la luz del mundo, añadiendo que quien le siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida (Juan 8, 12). Y así definió también la misión de sus discípulos, exhortándoles a que su luz brille ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos (Mateo 5, 14. 16).

En la liturgia más solemne de la Iglesia, celebrada en la noche santa de la Pascua, la comunidad congregada inicia la Vigilia con el rito de la luz, significando con la llama del cirio pascual que Cristo resucitado ha iluminado definitivamente la vida del hombre. De este modo, como dice el salmista, “tu luz nos hace ver la luz” (Salmo 36, 10); lo mismo que atestigua el Concilio Vaticano II cuando asegura que “el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado” (Gaudium et Spes 22).

Para la comunidad cristiana, pues, la luz presta un servicio esencial, no sólo por la función estética que realiza, sino también por su simbolismo espiritual. Por esta razón, el Cabildo Catedralicio siempre se ha preocupado de que la S. I. Catedral, nuestra iglesia madre, que ha de tener un carácter de ejemplaridad sobre el resto de iglesias de la diócesis, tuviese una iluminación que respondiese al esplendor de las celebraciones litúrgicas, a la vez que destacase la singularidad del monumento artístico que las acoge. De este modo, gracias a la Fundación Endesa, el interior de la Catedral fue iluminado en el año 2000, de lo cual queda como memoria histórica una placa situada en la capilla mayor.

Placa conmemorativa ubicada en el Muso
Placa conmemorativa ubicada en el Muso

Ahora quedaba pendiente el Museo Catedralicio, que podemos considerar como una extensión de la Catedral, donde se conservan y exponen obras artísticas de gran calidad, que han prestado y en ocasiones siguen prestando su servicio al culto catedralicio. Remodelado parcialmente, se hacía necesario adecuar su iluminación a las necesidades derivadas de la mejor contemplación de sus fondos, sustituyendo los puntos de luz obsoletos por otros de led, conforme a la tecnología actual, lo que suponía asimismo un ahorro energético muy importante. Por esta razón, en enero de 2012, el Cabildo solicitó la concesión de una subvención a la Fundación Endesa, que decidió financiar en su totalidad los trabajos de adecuación lumínica de las dos plantas del Museo, ejecutados por la empresa zamorana Alteisa, durante los años 2012 y 2013, por un importe global de 44.198 euros.

El Cabildo Catedralicio, pues, quiere agradecer públicamente a la Fundación Endesa su generosa contribución. Lo hace en las personas de su Director General, D. José Antonio Gutiérrez, y de la responsable de Relaciones Públicas y Protocolo, Dª. Paloma de Miguel. Transmitan, por favor, nuestro cordial agradecimiento al Presidente de la Fundación, D. Rafael Miranda, que nos consta hubiese deseado estar hoy presente entre nosotros.

La placa que descubrimos en este acto dejará constancia histórica, una vez más, de la labor benefactora que la Fundación Endesa realiza a favor del Patrimonio religioso y cultural de la Iglesia en España, y más concretamente en el recinto catedralicio de Zamora. El deseo del Cabildo es que, a partir de este momento, fieles y visitantes, gracias a la luz pascual de Cristo y a la nueva iluminación que hoy inauguramos, abran sus ojos, su mente y su corazón para que logren captar el mensaje que las obras expuestas muestran, y se vean inundados por el resplandor de tanta belleza, reflejo de la belleza que de Dios procede y hacia él nos conduce.

José-Ángel Rivera de las Heras. Canónigo-Director del Museo Catedralicio

UN CRUCIFICADO DE LUIS SALVADOR CARMONA EN LA CATEDRAL DE ZAMORA

El Cabildo Catedral de Zamora ha restaurado una imagen de Cristo Crucificado realizado por el escultor vallisoletano Luis Salvador Carmona. La restauración ha sido acometida por Patricia Ganado Gamazo con un coste de 2800 euros. Esta intervención a sido sufragada mediante los ingresos que genera el primer templo mediante la venta de entradas para su visita. La pieza puede contemplarse en el Museo Catedralicio.

Luis Salvador Carmona (Nava del Rey, Valladolid, 1708-Madrid, 1767) está considerado como uno, si no el mejor, de los grandes maestros de la escultura rococó en España. Activo en el segundo tercio del siglo XVIII, su obra, tanto documentada como atribuida, es abundante y se halla diseminada por gran parte de la geografía nacional: Madrid, Navarra, Guipúzcoa, Cantabria, Sevilla, Toledo, Segovia, Ávila, León, Zamora, Salamanca y Valladolid.

También la diócesis de Zamora contaba hasta el momento con una obra considerada autógrafa: la Virgen del Rosario, en la iglesia parroquial de la Asunción de Morales del Vino, que preside el retablo de la capilla fundada por Juan de Luelmo y Pinto (1706-1784), oriundo de la localidad y obispo de Calahorra y La Calzada, y que fue realizada posiblemente entre 1755 y 1767.

Los crucifijos realizados por Carmona ocupan un lugar destacado en su producción por su elevado número y su correcta y apurada ejecución. Son fácilmente reconocibles, ya que todos ellos participan de unos estilemas que se repiten casi invariablemente. De entre los conservados destacan los del Museo Nacional Colegio de San Gregorio de Valladolid (depósito del Museo del Prado); Azpilcueta (Navarra), y El Real de San Vicente, Torrijos y Los Yébenes, en la provincia de Toledo, con los cuales el zamorano, de gran calidad técnica, muestra un gran parecido desde el punto de vista estilístico y formal, y abundantes semejanzas en cuanto a detalles, por lo cual creemos que se trata de una obra personal.

Es éste un crucifijo de pequeño tamaño, de 35,5 x 27,5 cm. (cruz: 76 x 39,5 cm.), como los pertenecientes a las imágenes de San Francisco de Asís de los conventos franciscanos de Estepa (Sevilla) y Olite (Navarra); el de facistol -el único representado en agonía hasta ahora conocido- conservado en el convento de Capuchinas de Nava del Rey (Valladolid), y el que porta la imagen de San Juan Nepomuceno de la iglesia vallisoletana de San Miguel y San Julián.

Ignoramos si originalmente fue el atributo de una imagen hagiográfica, o bien un crucifijo «de púlpito» o «de mesa de altar». Existe documentación gráfica, de mediados del siglo pasado, en la que se encuentra situado sobre el altar de la capilla catedralicia de San Juan Evangelista. Hasta época reciente se hallaba en la sala capitular. Carece del rótulo o titulus, posiblemente por pérdida. Actualmente se halla izado sobre una peana de factura relativamente moderna.

Cristo está expirado y fijado mediante tres clavos a una cruz arbórea, con los brazos tallados en forma de troncos, como era habitual en la tradición andaluza. El escultor ha puesto todo su empeño en representar la belleza del Salvador a través de un cuerpo anatómicamente correcto, proporcionado, de formas suaves. Está ligeramente arqueado hacia su izquierda. La pierna derecha aparece flexionada en sentido inverso al torso, mientras la izquierda se curva y remete para colocar el pie izquierdo bajo el derecho. Los brazos, por su parte, se extienden sobre la cruz formando un amplio ángulo.

La cabeza muestra unos rasgos minuciosos y delicados, y una expresión serena, dulce, alejada de la tragedia. Está ladeada hacia la derecha e inclinada hacia abajo. Su abundante cabellera, partida a raya, tiene finamente tallados sus mechones, algunos de los cuales caen por delante del hombro derecho y otros, onduladamente, hacia la espalda, dejando despejada la oreja izquierda, detalle que es constante en los crucifijos de Carmona. La barba es corta y cuidada. Los ojos están cerrados y la boca entreabierta. La corona de espinas es de rama espinosa.

El paño de pureza, sujetado con una cuerda, está anudado y arremolinado en la cadera derecha, dejando visible su desnudez y colgante un extremo de la tela, disponiendo el otro en la parte central, por encima de la cuerda. Sus pliegues son minuciosos, aristados y agitados.

A pesar del realismo del modelado anatómico, la policromía no exagera la nota dramática. El cuerpo apenas está salpicado de sangre, ya que sólo lo recorren algunos hilillos por el pecho y la espalda, aparte de la que mana de las llagas de manos, pies y costado, de las erosiones de las rodillas, y de la herida que el maestro sitúa siempre en la cadera izquierda.

Texto y Fotografía: José-Ángel Rivera de las Heras. Canónigo Director del Museo Catedralicio

UN APOSTOLADO DEL SIGLO XVII EN LA CATEDRAL DURANTE EL AÑO DE LA FE

El día 1 de febrero la Catedral de Zamora inauguró la exposición de 13 lienzos del siglo XVII, que representan a Cristo Salvador y a los Doce Apóstoles, y que servirán para que los fieles puedan profesar la fe, en el trascoro, durante el Año de la Fe.

Según una piadosa e inveterada creencia, fueron los apóstoles quienes compusieron y apoyaron con su autoridad el credo o sumario de la fe, también denominado credo de los apóstoles o symbolum apostolorum. Tiranio Rufino, hacia el año 404, recogiendo una antigua tradición, escribió la historia de su origen apostólico en Pentecostés, antes de que los apóstoles partieran a evangelizar: “se reunieron en un lugar determinado y, llenos como estaban del Espíritu Santo, redactaron, como hemos dicho, el breve compendio de su predicación futura, aportando cada uno lo que consideraba conveniente. Y todos determinaron que había que considerar este compendio como norma doctrinal para los creyentes”.

Cristo Salvador
(Fotografía: José-Ángel Rivera de las Heras)

La catedral de Zamora posee un conjunto de trece lienzos con las representaciones de los doce apóstoles y sus respectivos artículos del credo, conforme a la leyenda referida, más la de Cristo Salvador bendiciendo a los niños. Proceden de la sacristía de la capilla de San Ildefonso o del Cardenal, donde se encontraban en 1784. Posteriormente fueron trasladados al vestuario capitular. Tras su intervención por un equipo de restauradores en 2012 (1), esperan una reubicación definitiva en el ámbito catedralicio.

Las figuras apostólicas están identificadas por las inscripciones con sus nombres, situadas en el ángulo superior del lienzo, y por las cartelas que contienen de nuevo sus nombres (2) y cada uno de los artículos del credo apostólico, situadas en la zona inferior.

El lienzo de Cristo bendiciendo a los niños presenta la misma composición que el atribuido a Giovanni Francesco de Rosa (Nápoles, 1607-1656), conocido como Pacecco de Rosa, en su primera época, y que se conserva en el Museo de Arte de Ponce, en Puerto Rico.

El lienzo de San Pedro es copia de un supuesto original atribuido a José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652), perdido y conocido a través de numerosas versiones, como las conservadas en el Museo de Bellas Artes de Rouen, y en la Alte Pinacoteca de Munich. La composición resultó muy popular en España y fue ampliamente reproducida. De entre los ejemplares conocidos destacamos el de Francisco Collantes, en comercio, y por su cercanía geográfica, el que se expone en el museo del convento salmantino de San Esteban, adscrito al pintor granadino Pedro Atanasio Bocanegra.

El lienzo de San Andrés presenta idéntica composición a la de Giovanni Battista Caracciolo, llamado Battistello (Nápoles, 1578-1635), conservada en una colección privada de Roma.

El lienzo de Santiago el Mayor copia el del pintor Guido Reni (Calvenzano di Vergato, 1575-Bolonia, 1642), datado entre 1618 y 1623, y conservado en el Museo del Prado.

La composición del lienzo de San Bartolomé es deudora de los lienzos pintados por José de Ribera con el tema de San Jerónimo y el ángel del Juicio, en la década de 1620, como los de la Colegiata de Osuna, la Galería Doria Pamphili de Roma y, sobre todo, el conservado en el Museo del Ermitage de San Petersburgo.

Finalmente, la composición del lienzo de San Simón recuerda la tabla del mismo tema perteneciente a un Apostolado pintado por Pedro Pablo Rubens (Siegen, 1577-Amberes, 1640) hacia 1610, y la disposición de su cabeza el lienzo de San Bartolomé, de Downton Castle, y el retrato de Baco -fragmento de El triunfo de Baco-de José de Ribera (Játiva, 1591-Nápoles, 1652).

Las figuras apostólicas están representadas de más de medio cuerpo, en posición frontal unas y en tres cuartos de perfil otras, destacadas sobre fondos neutros por una luz lateral con efecto claroscurista o tenebrista que acentúa aún más su carácter plástico. Las composiciones y el tratamiento de la luz evidencian su origen italiano. En algunas de ellas se perciben los ecos del naturalismo riberesco, con tipos y rostros tendentes al realismo. Respecto al color, domina la utilización de las gamas terrosas, con abundantes toques de verde, rojo, rosado y mostaza. Aunque hay diferencias cualitativas entre los lienzos y entre las partes de uno mismo, la ejecución es generalmente correcta, incluso esmerada, y muy estimable en algunos detalles. Todos los cuadros llevan marcos moldurados, policromados en azul ultramar y con filetes dorados.

Tras la restauración de los lienzos, hemos podido hallar una firma original en el corte de uno de los libros que contiene el cuadro de San Felipe. Es el anagrama de Pietro Testa, Lucchesino (Lucca, 1612-Roma, 1650), pintor barroco poco prolífico, por lo que es más conocido como dibujante y grabador. En la sacristía de la catedral de Granada se conserva un Apostolado semejante al zamorano, procedente de Italia. Siete de sus trece composiciones son casi idénticas a las de Zamora.

A partir de estos datos se plantean diversas cuestiones, algunas de ellas no fáciles de resolver. En primer lugar, la procedencia de la serie, que creemos sea italiana, al igual que el Apostolado granadino. Cierto es que en el conjunto hay un predominio de modelos de pintores napolitanos y del estilo caravaggiesco, pero también boloñeses (Guido Reni) y romanos (Pietro Testa), por lo que no estamos en condiciones de afirmar con precisión su taller de origen.

En segundo lugar, la diversidad cualitativa de los lienzos nos hace creer que el conjunto, aunque esté firmada una de las telas, puede no deberse al mismo pintor. Es más probable que hayan salido de un mismo taller, en el que hubiese una gran participación de oficiales copiando modelos conocidos de diversos pintores. Por otra parte, la firma de Pietro Testa, si no es apócrifa, deja abierta la cuestión de si a él se debe únicamente el lienzo de San Felipe o si el conjunto es obra de su taller y él firmase sólo el lienzo mencionado. Si la serie completa fuese de su mano mayoritariamente, siguen resultando llamativos la diferencia de calidad de los cuadros y el empleo de modelos no originales.

Finalmente, la duda acerca de si es un conjunto formado por la adquisición de los lienzos a diversos pintores o talleres, y uniformados posteriormente mediante los textos del credo, se disipa al considerar que las inscripciones con los nombres de los apóstoles son originales e idénticas en su grafía, y que ya existían textos originales del credo sobre los que se pintaron los que hoy vemos.

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Con motivo de la celebración del Año de la Fe, convocado por el Papa Benedicto XVI, el Cabildo Catedralicio determinó, con fines pastorales y culturales, restaurar y exponer en la iglesia madre de la diócesis este conjunto. De este modo se cumple el deseo manifestado por el Papa de que los fieles tengan “la oportunidad de confesar la fe en el Señor Resucitado en nuestras catedrales”(Carta Apostólica de Benedicto XVI Porta Fidei).

La contemplación pausada de esta muestra debe ayudar a profundizar en la vivencia, celebración, confesión y transmisión de la fe. Se puede profesar, personal o comunitariamente, recitando el Credo ante estas figuras de los Apóstoles y suplicando “reiteradamente a Cristo: «Creo, Señor, pero aumenta nuestra fe», para poderlo confesar y testimoniar con gozo” (Carta Pastoral de Mons. Gregorio Martínez Sacristán, Obispo de Zamora, Creyentes y testigos alegres).

FICHA TÉCNICA

Cristo Salvador, San Pedro, San Andrés, Santiago el Mayor, San Juan Evangelista, Santo Tomás, Santiago el Menor, San Felipe, San Bartolomé, San Mateo, San Simón, San Judas Tadeo y San Matías.

Taller italiano

Segundo cuarto del siglo XVII

Óleos sobre lienzo

Bastidores: 145/149 x 106/110,5 cm.

NOTAS

1. Formado por María Pilar Alaguero López, María Teresa Cabadilla Alonso, Miguel García García, Carmen García Villarejo, Carmen García Lucas, Nuria González Rodríguez, Ángel Pintado García y Ana Prieto Martín, bajo la supervisión de Bernardo Medina Garduño, director del Estudio-Taller Diocesano de Conservación y Restauración. Su coste ha ascendido a 63.525,00 €.

2. Las cartelas son una adición del siglo XVIII, como lo evidencian los motivos de ramas vegetales, ces y tornapuntas que las decoran, sobre los textos del credo originales.