LA CATEDRAL

EXTERIOR

EL EXTERIOR DE LA CATEDRAL

Originalmente era un edificio de tres naves de cuatro tramos cada una, un crucero ligeramente marcado en planta y tres ábsides semicirculares, escalonados, con sus correspondientes tramos rectos. Sin embargo, ha sufrido una serie de modificaciones a nivel estructural y espacial que ha desdibujado su imagen primigenia.

El cimborrio, realizado en el último cuarto del siglo XII, es el elemento más emblemático de la catedral.

Aunque en su estructura, composición y decoración recoge influencias de la arquitectura oriental y occidental precedente (francesa, bizantina, cruzada y musulmana), se trata de una obra sin paralelo en la arquitectura medieval, que ofrece una genial, elegante y singular solución al problema de cubrir con cúpula la intersección de la nave central con el crucero. La propuesta fue tan acertada y bella que se convirtió en cabeza de serie de varias obras semejantes en Salamanca, Toro y Plasencia. Presenta un tambor cilíndrico con dieciséis ventanas que proporcionan luces al interior y cuatro torrecillas que reproducen a pequeña escala la estructura central. La cúpula, semiesférica y algo peraltada, contiene el mismo número de gallones decorados con escamas semicirculares y separados por unas crestas de arquillos. Coincidiendo con los puntos cardinales, se dispusieron salientes formados por un cuerpo de arquillos ciegos y agudos frontones triangulares rematados en cruz.

Durante el siglo XIII, tras la conclusión del templo catedralicio, se edificó una torre en el ángulo noroccidental. Se trata de un auténtico baluarte de carácter defensivo, con 37 metros de altura, que destaca por su aspecto colosal y macizo.

La portada meridional o del Obispo es la única de la fábrica antigua que se conserva íntegramente y se puede contemplar en su totalidad. En ella confluyen y se integran armónicamente diversos elementos de procedencia clásica, francesa, oriental e hispanomusulmana. De ella destaca la puerta, abocinada y de medio punto, con el intradós lobulado y cuatro arquivoltas decoradas con arquillos de herradura muy cerrados que producen un original e intenso efecto de claroscuro.

Las calles laterales contienen magníficos relieves escultóricos. La de la izquierda acoge las figuras de San Pablo y San Juan Evangelista en actitud de diálogo y de marcha. La de la derecha está dedicada a la maternidad divina de la Virgen María, representada como Theotokos o Sedes Sapientiae, con el Niño Jesús sobre su rodilla izquierda, y ambos cobijados por un baldaquino y flanqueados por dos ángeles turiferarios. Por debajo, asoma una cabeza masculina; la leyenda afirma que este enigmático busto recuerda a un ladrón que entró en el interior del templo para sustraer el dinero destinado a su edificación y que al intentar escapar la ventana se estrechó impidiendo su huida.

La portada norte, proyectada en 1592 por el arquitecto Juan del Ribero Rada, es un claro ejemplo de la sobriedad propia del clasicismo. Por encima de la puerta de acceso podemos ver una escultura pétrea del Salvador, a quien está dedicada la iglesia.